El presidente de los Estados Unidos Donald Trump y Kim Jong Un se dieron este martes un histórico apretón de manos.
Este fue el primero entre un presidente estadounidense en activo y un líder norcoreano.
Esta imagen simbólica y hasta hace poco inimaginable, tras décadas de tensiones provocadas por las ambiciones nucleares de Pyongyang, marcó el inicio de una cumbre de gran importancia para Asia y el mundo.
Los dos hombres, de recorrido y estilos radicalmente distintos y con más de 30 años de diferencia, se estrecharon la mano durante varios segundos y se dijeron unas palabras, con el semblante serio, ante una fila de banderas de sus países respectivos, en un hotel de lujo de la isla de Sentosa, en Singapur.
Tras esa escena observada por millones de personas en todo el mundo, ambos líderes se reunieron en una sala, donde mantendrán un encuentro a solas con sus intérpretes.
“Tendremos una relación fantástica, no tengo ninguna duda”, dijo Trump, sonriendo junto a Kim. Por su parte el líder norcoreano reconoció que “no había sido fácil” llegar hasta aquí. “Los viejos prejuicios y prácticas fueron obstáculos en nuestro camino hacia adelante pero los superamos todos y hoy estamos aquí”, aseguró.
Tras su reunión cara a car, Trump y Kim tendrán luego un encuentro con sus equipos respectivos y una comida de trabajo.
Pero, a pesar del espectacular acercamiento diplomático de los últimos meses, persisten numerosas incógnitas respecto a la cumbre entre los dos dirigentes.
Trump, que lleva poco más de 500 días en la Casa Blanca, afronta uno de los momentos más importantes de su presidencia en el escenario internacional, donde ha disgustado a numerosos mandatarios, incluidos algunos de los aliados de Estados Unidos.
En una serie de tuits publicados el martes por la mañana desde Singapur, Trump indicó que los preparativos de la reunión “iban bien”.
“Pronto sabremos todos si puede haber o no un acuerdo real, a diferencia de los del pasado”, tuiteó, antes de atacar en otro mensaje a los “haters y perdedores” que consideran la cumbre como una concesión arriesgada a Kim, con el que el presidente estadounidense intercambió amenazas e insultos durante meses.